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Desescalar y Unir: Cómo comunicarse tras un atentado terrorista

Fecha de publicación:
06/11/2020
Tipo de contenido:
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— 5 minutos tiempo de lectura

Arriba: Dolientes muestran velas tras el atentado talibán en Peshawar, Pakistán, en el que murieron 141 personas en enero de 2015.

Mientras todas las miradas al otro lado del Atlántico se centraban el martes en unas elecciones históricas, Europa se despertaba con otro día de luto. El tiroteo del lunes por la noche en Viena amenaza con extender por Europa las tensiones que han ido en aumento en Francia durante las últimas semanas.

Desde la decapitación del profesor francés Samuel Paty en Nantes el 16 de octubre, calificada de atentado terrorista, Francia se enfrenta a una serie de incidentes que amenazan la relación cada vez más frágil entre el gobierno y las comunidades musulmanas francesas. La respuesta pública del presidente francés Emmanuel Macron al atentado provocó protestas y el boicot de productos franceses en todo el mundo. A medida que aumentaban las tensiones, resultaba difícil evitar más violencia. El 22 de octubre, dos mujeres musulmanas fueron apuñaladas cerca de la Torre Eiffel en lo que se está investigando como un incidente racista. El 29 de octubre, tres personas murieron en Niza en un apuñalamiento calificado de atentado terrorista. Ese mismo día, la policía mató a tiros a un hombre que les amenazaba con una pistola en Aviñón (Francia), y un guardia del consulado francés en Arabia Saudí resultó herido en un ataque con arma blanca.

Comunicarse tras un (presunto) atentado terrorista es una tarea increíblemente difícil, pero que los líderes políticos y comunitarios en particular tienen el deber de hacer bien. En los últimos años, una amplia investigación ha demostrado cómo los grupos extremistas y terroristas aprovechan los acontecimientos mundiales para promover su agenda.

El entorno altamente emocional que sigue a un atentado terrorista, combinado con las oportunidades de amplificación que ofrecen las redes sociales, representa un terreno especialmente fértil para la radicalización recíproca y tiene el potencial de inspirar los llamados atentados de imitación. El trágico atentado contra comunidades musulmanas en Christchurch (Nueva Zelanda) en marzo de 2019 fue seguido de llamamientos a la venganza por parte del denominado Estado Islámico en Siria e Irak y de posteriores tiroteos en otras partes del mundo inspirados por la retransmisión en directo en Facebook y los escritos dejados por el autor del atentado.

Los dirigentes de todos los niveles de gobierno tienen el deber de desempeñar un papel activo en la reducción de las tensiones y el fomento de un entorno inclusivo y unido para una recuperación eficaz tras el atentado. No es una tarea sencilla, y es importante extraer lecciones de las respuestas de los últimos años. Por ejemplo, la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, se ha convertido en una figura destacada de la comunicación eficaz y compasiva tras su respuesta al atentado terrorista de Christchurch (véase el recuadro del estudio de caso).

Con este fin, la Red de Ciudades Fuertes lanzará este mes de diciembre un conjunto de herramientas para orientar a los líderes locales y a las autoridades locales en su respuesta tras un incidente. En el contexto actual, queríamos destacar algunas de las buenas prácticas que hemos identificado sobre cómo comunicar para fomentar la unidad.

Las comunicaciones inmediatamente después de un atentado terrorista deben guiarse por tres principios:

En primer lugar, los líderes deben mantener los mensajes apolíticos. Aunque será importante que los líderes políticos en particular se aseguren de que se produce un debate saludable sobre las posibles ramificaciones políticas y la legislación necesaria, las consecuencias inmediatas deben centrarse en las víctimas y fomentar la solidaridad entre la población.

En segundo lugar, cualquiera que comunique debe tener cuidado con la glorificación involuntaria. El contenido de las comunicaciones posteriores al atentado conlleva el riesgo de amplificar los mensajes terroristas o de crear un «culto a la personalidad» o al martirio en torno al autor o autores del atentado. Por ejemplo, muchos medios de comunicación señalaron el llamado «manifiesto» publicado por el autor del atentado terrorista de Christchurch, que se cree que ha inspirado atentados de imitación en Estados Unidos y Europa.

En tercer lugar, los líderes locales deben mostrar un frente unido y adoptar un mensaje común e ideológicamente neutral. Esto mitigará el riesgo de que el ataque tenga efectos dominó, incluidos los intentos de vengar a las víctimas mediante la violencia, o de acosar o cometer delitos de odio contra personas que puedan compartir los antecedentes del agresor o que se considere que apoyan su causa.

No cabe duda de que las tragedias que golpearon a Francia y Austria exacerbarán las tensiones existentes y servirán a los programas de grupos extremistas de todos los extremos del espectro. Las protestas que están teniendo lugar en Turquía, Arabia Saudí y Bangladesh demuestran el impacto internacional de las crisis nacionales. En este entorno, es cada vez más importante que los líderes locales, por muy alejados que se sientan de estos acontecimientos, lleguen a sus comunidades y aborden cualquier preocupación subyacente que pueda alimentar las narrativas extremistas.

ESTUDIO DE CASO: Las comunicaciones de la Primera Ministra Ardern tras el tiroteo de Christchurch de 2019.

1. Resistir a la retórica bélica: Las declaraciones de Ardern se centraron en la población neozelandesa y en las comunidades afectadas, sin dar casi ninguna plataforma al propio perpetrador. Esto contrasta con otros incidentes, en los que la respuesta oficial ha sido más militarista o reaccionaria y, por tanto, ha aumentado los sentimientos de miedo y antagonismo en el público en general. Es importante reconocer la profunda sensación de violación y rabia que experimentan las personas tras un atentado, pero esto no debe empeorar con declaraciones incendiarias de funcionarios (por ejemplo, las que se jactan de las represalias del gobierno mediante la guerra o la represión de las libertades civiles).

2. Evitar decir el nombre del autor: Ardern se esforzó por referirse al autor de los disparos en abstracto, para evitar glorificarlo o crear una sensación de martirio por sus actos. Aunque el objetivo principal era evitar recompensarle con notoriedad, que muchos agresores anhelan (especialmente los radicalizados y que operan en Internet), esta estrategia también evitó crear una narrativa de «nosotros»» contra «ellos».

3. Unir a la gente mediante un llamamiento global a la acción: al tiempo que admitía que el nacionalismo blanco es un problema creciente en Nueva Zelanda (aunque el agresor era de hecho ciudadano australiano), Ardern animó a todas las naciones a responder y crear un entorno en el que no puedan prosperar tales ideologías. A través de iniciativas como el Llamamiento de Christchurch, «consiguió alterar al terrorista, pero no tratándolo como un emisario de un mundo exterior hostil; de hecho, [ … ] consiguió describir la tragedia en términos tanto nacionales como globales».

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